Se ha dicho que “un poco de conocimiento es algo peligroso.” Esto puede ser cierto en el campo de la ciencia, como le expresó Sir Francis Bacon, uno de los fundadores de la Ciencia Natural:
“Es una verdad asegurada, y una conclusión de la experiencia, que un poco de conocimiento o filosofía superficial puede inclinar la mente del hombre al ateísmo, pero el adentrarse en ello trae la mente de vuelta a la religión.” —Adelantos del Aprendizaje, libro 1, p. 4, en volumen 30 de Los grandes libros del mundo occidental, (Encyclopedia Britannica Inc., Chicago; 1955)
Algunas personas afirman que la Biblia y la ciencia son antagónicas una con la otra, y que entre los hechos de la ciencia y las afirmaciones de la Escritura existe un conflicto irreconciliable. Tales críticos de la Biblia simplemente confirman la veracidad de la máxima anterior de que “un poco de conocimiento es algo peligroso,” porque no importa lo que conozcan de la verdadera ciencia, es evidente que poseen poco conocimiento del Libro de los libros.
2. El hombre verdaderamente grande reconoce enseguida sus limitaciones. Sir Isaac Newton, el descubridor de la ley de la gravedad y uno de los genios científicos más grandes de todos los tiempos, tenía una opinión muy humilde de sus logros científicos. Percibiendo cuán limitada es la sabiduría del hombre comparada con la sabiduría del Infinito, declaró:
“Yo parezco haber sido solamente como un niño que juega a la orilla del mar y que me divierto en encontrar de vez en cuando una piedrecita más suave o una concha más bonita que de ordinario, mientras el gran océano de la verdad yace sin ser descubierto delante de mí” –Citado por Sir David Brewster, Memorias de Newton, vol, 2, p. 407 (T. Constable and Co., Edimburgo, Escocia; 1855.)
3. En esas nobles palabras Sir Isaac establece un digno precedente para que todos lo sigamos. Él veía “un gran océano de verdad” no sólo en la naturaleza sino también en las Escrituras. Él fue un diligente estudioso de la Palabra del Eterno y escribió volúmenes sobre la profecía bíblica. En toda su investigación no encontró ninguna discrepancia entre los hechos de la ciencia y las palabras de la Inspiración, porque la verdad es consistente con toda otra verdad.
4. Es sorprendente que existan conceptos erróneos en las mentes de los detractores de la Biblia. Ellos tienen un conocimiento superficial de la Palabra del Eterno, o juzgan las Escrituras por los pronunciamientos de sus enconados enemigos. Tal procedimiento es manifiestamente injusto. Si alguien estuviera buscando información exacta y no prejuiciada sobre nosotros personalmente, no lo referiríamos a nuestros enemigos jurados. Nuestros adversarios estarían inclinados a exagerar nuestras faltas y a minimizar nuestras virtudes. Si se juntaran todas las ideas erróneas y citas equivocadas sobre el Sagrado Rollo, compondrían una inmensa biblioteca, pero el contenido sería la misma antítesis de la Biblia. Cuando investiguemos las Escrituras por nosotros mismos, descubriremos que no solamente armonizan con toda verdadera ciencia, sino que a menudo se han anticipado a descubrimientos científicos por miles de años.
La Biblia adelante de la ciencia
5. En una ocasión, mientras un conferenciante se dirigía a una gran concurrencia, un hombre se levantó y afirmó que él sabía de un pasaje en la Biblia que declara que la tierra es plana. El escéptico no pudo señalar el lugar exacto donde se podía encontrar dicha afirmación, pero prometió presentar la información la siguiente semana. Sin embargo, nunca apareció en el tiempo convenido.
Generalmente se cree que Colón (1451-1506) estuvo entre los primeros en establecer el hecho de la esfericidad de nuestra tierra sobre una base científica. Sin embargo más de 20 siglos antes de que naciera Colón, el profeta hebreo Isaiah llamó nuestra atención a este hecho cuando declaró del Creador:
* “Es Aquel que se sienta sobre el círculo de la tierra.” Isa. 40:22 (J).
La mayor parte del mundo esperó 25 siglos para que el hombre demostrara lo que la Biblia había declarado más de dos milenios y medio atrás. Aunque no es primariamente un libro de ciencia, sin embargo encontramos que la Biblia está muy adelantada a la ciencia.
La Biblia y la ley de la gravedad
6. El lector está indudablemente familiarizado con las circunstancias que llevaron a Sir Isaac Newton (1642-1727) al descubrimiento que hizo época, el de la ley de la gravedad. Se ha dicho que una vez mientras él descansaba a la sombra de un árbol de manzanas, vio caer una manzana al suelo. Esto lo puso a pensar. En su empeño por descubrir la razón por la que los objetos caen hacia la tierra, fue llevado a investigar las fuerzas y los poderes de la naturaleza. Como resultado de su diligente y laboriosa investigación, el gran matemático y físico emocionó al mundo científico con su pronunciamiento de que todos los cuerpos celestes son guiados en su rumbo sin camino por la ley de la atracción o la gravedad.
7. Por siglos se creyó generalmente que una fuerza misteriosa pero invisible sostenía al sol y los planetas en el espacio. Algunos maestros antiguos suponían que esta tierra estaba sostenida por un elefante gigante, o descansaba sobre los hombros de un Atlas, quien a su vez estaba parado sobre el lomo de una tortuga. El descubrimiento de la ley de la gravedad puso fin a todos esos absurdos. Sin embargo, 30 siglos antes del advenimiento de Newton, las Escrituras registraron el principio de la gravedad en el libro de Job, el cual se cree ser de la autoría de Moisés. Leemos sobre el poder y la sabiduría del Soberano:
* “Él tendió el norte sobre el espacio vacío, y colgó la tierra sobre la nada.” Job 26:7 (H).
Desde el descubrimiento de la ley de la atracción, se reconoce universalmente que la tierra y todos los demás cuerpos celestes, aunque se mueven, “cuelgan” o están suspendidos en el espacio sin ningún soporte visible, o, como tan apropiadamente lo expresa la Biblia, “cuelgan sobre la nada.” Así, de nuevo tenemos ilustrada delante de nosotros la verdad de que la Biblia se anticipa por siglos a muchos descubrimientos científicos modernos.
8. En el año 1643, E. Torricelli inventó el barómetro –un delicado instrumento que muestra los diversos grados de la presión atmosférica. Este artefacto se basa en el descubrimiento moderno de que el aire tiene peso. Se nos dice que una yarda cúbica de aire al nivel del mar pesa aproximadamente dos libras, y que la masa de atmósfera que circunda el globo pesa sobre cinco cuatrillones de toneladas. Para ser exactos, el peso del aire es de 5,287,350,000,000 toneladas, un número más allá de la habilidad de la mente o la imaginación humana para comprender. Sin embargo en el libro de Job encontramos registrado que:
* “Él (el Creador) mira a los cabos de la tierra, y contempla debajo de todo el cielo, para hacer el peso de los vientos.” Job 28:24,25 (H).
Así aprendemos que más de 3,000 años antes de que la ciencia descubriera este hecho, la Biblia afirmaba que el aire, o el viento, tiene peso.
La Biblia y la astronomía
9. Durante los siglos en los que se escribió la Biblia, se produjeron también muchas disertaciones sobre astronomía. Esas obras primitivas sobre este tema estaban llenas de las supersticiones y errores de sus días. ¿Abrazó, favoreció, o defendió la Escritura alguno de esos errores? ¡Decididamente no! Ella no propagó en el más mínimo grado la falsa enseñanza que prevalecía entonces. Sus afirmaciones astronómicas han pasado la prueba del tiempo, y su exactitud ha sido testimoniada por la astronomía moderna, implementada por el espectroscopio y los potentes telescopios. Como ha afirmado con verdad un astrónomo:
“¡El telescopio cuenta la historia que Dios ha escrito en su Libro!”
Sobre una placa de mármol en la pared del observatorio astronómico en el Colegio Williams, están cinceladas las siguientes palabras tomadas de las Escrituras:
* “Levanta tus ojos a lo alto, y contempla quién ha creado estas cosas.” Isaiah 40:26.
Los astrónomos encontrarán mucho en qué pensar en los diversos textos bíblicos de importancia astronómica.
10. Mucho antes de que la ciencia descubriera que la tierra gira sobre su eje, haciendo aproximadamente 365¼ rotaciones mientras completa una órbita alrededor del sol, este hecho se mencionó cuando el Creador le preguntó a Job:
* “¿Has ordenado a la mañana desde que comenzaron los días, y has hecho que la aurora [el amanecer] conozca su lugar, para que se aferre a los términos de la tierra..?” Job 38:12,13 (J).
Y el Creador contestó su propia pregunta diciendo esto concerniente a la tierra: “Se ha tornado como el barro al sello.” Verso 14 (F).
La palabra hebrea traducida “se ha tornado,” en este verso, es hafák en su forma hitfaél, y literalmente significa “se voltea.”
En otras palabras, como el barro voltea en la rueda del alfarero para recibir la impresión del diseño o sello del alfarero, así mismo la tierra voltea sobre su eje a la luz del sol para que todos los lados sean iluminados y calentados por él.
11. Miles de años antes de que un Newton, un Einstein, o un Jeans descubrieran el orden matemático del universo, el Creador invitó a la humanidad:
* “Levanta tus ojos en alto, y mira quién ha creado estas cosas, que saca a las huestes por número; Él las llama a todas por nombre por la grandeza de su poder, y porque es fuerte en poder, ninguna falla.” Isaiah 40:26 (H).
12. Algunos hombres solían enseñar que la luna brillaba con luz propia y que era más grande que el sol. Hoy día sabemos que la luna es mucho más pequeña que el sol y que la tierra. De hecho, el diámetro del sol es 400 veces el de la luna. Ahora escuche lo que tiene que decir la Biblia sobre esto:
* “E hizo el Poderoso las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para regir el día, y la lumbrera menor para regir la noche.” Génesis 1:16 (J).
De nuevo encontramos que las verdades científicas de la Biblia brillan con un lustre abarcador en medio del error pagano.
13. El Creador le preguntó al patriarca Job: “¿Puedes soltar las ligaduras del Orión?” Job 38:31 (J). Esta hermosa constelación, mencionada en otros dos pasajes de la Escritura Sagrada (Job 9:9 y Amós 5:8) , contiene a Betelgoso, una estrella que tiene un diámetro que varía de 360 a 530 veces el del sol. En la espada de Orión está la Gran Nebulosa, que es una de las más magníficas en nuestra galaxia –la Vía Láctea. Tiene como 16 años luz de diámetro, y queda a una distancia de nosotros como de 1,000 años luz. Un año luz es la distancia que recorre la luz en un año del calendario, la cual viaja aproximadamente a 186,000 millas por segundo (186,000 x 31,556,926). Esa nebulosa es escasamente visible para una persona de visión aguda sin la ayuda de un telescopio.
Cuando Job consideró las maravillas del universo como la obra del poder del Creador, fue inspirado a exclamar: “He aquí, soy insignificante, ¿qué te responderé? Me tapo la boca con la mano.” Job 40:4 (J). Imagínese al hombre finito presumiendo pensar que pudiera “desatar los lazos del Orión” –las fuerzas– que mantienen unida a la constelación de Orión. “He aquí, éstos no son sino los bordes de Sus caminos [del Creador], ¡y cuán pequeño susurro se oye de Él! Pero el trueno de Sus poderosas obras, ¿quién lo puede entender?” Job 26:14 (J).
14. Cuando Galileo (1564-1642) hizo su telescopio y lo apuntó hacia el cielo, vino a ser el Colón de la astronomía. Su lente escrutador reveló un nuevo e insoñado universo lleno de estrellas. La astronomía moderna ha mejorado los métodos de Galileo un ciento por ciento, porque con la ayuda de potentes reflectores se revelan miles de estrellas, donde el ojo desnudo no ve ninguna, o al menos ve pocas. Ahora se conoce que los cielos contienen no sólo billones de estrellas, sino millones de universos islas. Ya los astrónomos no se aventuran a contar las estrellas, porque saben que no pueden contarse. Que las estrellas son innumerables es la última palabra en la ciencia de la astronomía, y sin embargo este interesante hecho era conocido para Abraham casi 4,000 años atrás, porque leemos en Génesis 15:5 (H) que en una noche clara y brillante el Creador
* “Lo sacó afuera y dijo: ‘Mira ahora al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas;’ y le dijo: ‘Así será tu simiente’.”
15. Así vemos que las Escrituras contienen muchos hechos de significado astronómico que le ha tomado a la ciencia de la astronomía miles de años descubrir. El Dr. William L. Kennon, profesor de física y astronomía en la Universidad de Misisipí, dijo:
“Los valores morales y espirituales de la astronomía han sido sentidos por hombres de todas las eras. Oímos al Salmista proclamar: ‘Los cielos cuentan la gloria del Poderoso’ [Salmo 19:1]. Mientras más potentes se hacen nuestros telescopios, mayor es la gloria que revelan.” –Astronomía: Libro de Texto para Colegios, p. 5, (Ginn and Co., Boston, Mass.; 1948).
La Biblia y la biología
16. La ciencia biológica moderna ha establecido fuera de toda duda el hecho de que la vida proviene solamente de otra vida previa. Por siglos los filósofos proclamaron la idea de la generación espontánea como una explicación para el origen de la vida. Esa errónea enseñanza proponía la idea de que la vida surgió de pronto a partir de unas substancias no vivas.
Parecía casi increíble que tan extrañas teorías se enseñaran por siglos en nombre de la ciencia; pero el microscopio, en las diestras manos de Louis Pasteur, reveló un mundo de microorganismos, y los subsiguientes hallazgos de la biología revelaron que se requiere una vida original para producir vida.
Esta es una doctrina científica clara e inteligente, apoyada por los hechos y la observación. Sin embargo, si el hombre hubiera creído siempre en las sencillas y simples declaraciones del primer capítulo del Génesis, la falaz idea de la generación espontánea nunca se habría propuesto. El registro inspirado –“en el principio creó el Poderoso” –no solamente expone la falsedad de la teoría de la generación espontánea sino que apoya los hallazgos de la verdadera ciencia –que la vida tiene que tener su origen en una vida preexistente. Sir James Jeans, el astrónomo y físico británico, hizo la siguiente afirmación científica, que apoya y respalda la enseñanza bíblica de la creación:
17. “Todo señala con incontenible fuerza hacia un evento definido, o una serie de eventos, de creación en algún punto de tiempo o tiempos, no infinitamente remotos. El universo no pudo haber surgido por casualidad de sus ingredientes presentes, y tampoco pudo haber sido lo mismo que ahora.” –Eos, p. 55, (E. P. Dutton and Co., Nueva York; 1929).
18. Muchos otros ejemplos podrían citarse para probar que la Biblia está en perfecta armonía con la verdadera ciencia. Si la ciencia atendiera a su propio “tejido,” ocupándose solamente de los hechos y no de teorías ambiguas, se hallaría en perfecta armonía con la Palabra de la Inspiración Divina.
La Biblia y los libros de texto
19. Un estudiante de universidad trató una vez de informar a un escritor que la Biblia no concordaba con los libros de texto de la ciencia. “¿A cuáles libros de texto,” preguntó él, “te refieres: a los de 25 años atrás, a los de hace 10 años, o a los de hoy día? Ya que los libros de texto de la ciencia se cambian tan frecuentemente, ¿cómo esperas que la Biblia armonice con todos ellos?” El estudiante se retiró pensativo.
20. Tantas teorías, hipótesis y especulaciones se han propuesto en nombre de la ciencia que cuando se sacan a la luz los hechos verdaderos, se hace imperativo revisar o cambiar esos libros de texto. Y así las teorías humanas pueden ir y venir, pero la Biblia permanece para siempre.
Testimonios de grandes científicos
21. Es casi una redundancia que mientras más profundo cavan los hombres de ciencia en sus respectivos campos de estudio, más se convencen de que hay un Creador, y de que las Escrituras son la revelación de Su propósito y voluntad. El espacio nos permitirá mencionar sólo a unos cuantos de estos científicos.
Como se ha afirmado, Sir Isaac Newton fue un devoto estudiante de la Biblia y escribió volúmenes sobre las profecías de las Sagradas Escrituras. El primer libro que imprimió Gútemberg, el inventor de la imprenta, fue la Biblia. El primer mensaje que envió a través de cables Samuel F. B. Morse, el inventor del telégrafo, fueron palabras de las Escrituras: “¡Lo que ha producido el Omnipotente!” Números 23:23 (J). El ganador del Premio Nobel Arthur H. Compton, jefe del Departamento de Física de la Universidad de Chicago, en un discurso en South Bend, Indiana, en el que dio una descripción detallada de la sustancia de la que se compone el universo –de las moléculas, átomos, electrones, y protones, dijo:
“Para mí, la fe comienza con el reconocimiento de que una inteligencia suprema trajo el universo a la existencia y creó al hombre. No es difícil para mí tener esta fe, porque es un hecho incontrovertible que donde hay un plan hay una inteligencia –un universo ordenado y progresivo testifica de la verdad de la más majestuosa afirmación que se haya hecho jamás– ‘En el principio… el Poderoso’.” —Informado en el Chicago Daily News, abril 12, 1936.
22. Cuando el Dr. Willis R. Whitney era director de investigación para la General Electric Company, declaró sus convicciones sobre la naturaleza del magnetismo y la electricidad:
“Tenemos nuestra teoría corpuscular de la luz, nuestra teoría de ondas, y ahora nuestra teoría cuántica, pero ellas son simplemente adivinación educada. Una explicación casi tan buena como cualquiera es decir que la luz viaja por la voluntad de Dios.”
Y añadió: “Los mejores científicos tienen que reconocer que son sólo niños de kindergarden que juegan con misterios –nuestros antepasados lo fueron y nuestros descendientes lo serán.” Informado en The New York Times Magazine, noviembre 2, 1930, p.2.
23. En su estudio del universo, los científicos se han dado cuenta de que a cada paso los confrontan impenetrables misterios. Muchos de ellos sienten su completa dependencia del Creador y de su Palabra para entender los verdaderos significados y objetivos de la vida. Una hueste de otros científicos reconoce el hecho de que la verdadera religión y la verdadera ciencia están en perfecto acuerdo.
La ciencia y la edificación del carácter
24. Ayer la ciencia era la esperanza de la raza humana; hoy día se ha transformado en un monstruoso Frankestein que equipa a la humanidad con armas destructivas de un pavoroso potencial que amenaza con aniquilar la civilización. Un gran hombre de estado americano declaró: “La ciencia se ha reducido al lamentable estado de una sierva de la fuerza bruta.” Un escritor y filósofo británico dijo:
“La ciencia nos ha ganado poderes propios de los dioses, sin embargo los usamos con la mentalidad de niños escolares o de salvajes.”
Por supuesto, no es la ciencia, sino el mal uso de ella por parte de hombres pecadores, lo que ha causado el dilema.
25. Muchas declaraciones impactantes semejantes podrían citarse para testificar que la ciencia ha fallado totalmente en elevar a la humanidad, y esto es porque demasiado a menudo ha ignorado “la única cosa necesaria,” el único factor esencial –la edificación del carácter, la fibra moral, y los valores espirituales. Como lo expresó una educadora americana:
“La mayor necesidad del mundo es la de hombres –hombres que no se compren ni se vendan, hombres que en su alma interior sean veraces y honestos, hombres que no teman llamar al pecado por su propio nombre, hombres cuya conciencia sea tan fiel al deber como la aguja [de la brújula] al polo, hombres que se mantengan de parte de la verdad aunque se desplomen los cielos.
“Pero semejante carácter no es el resultado de la casualidad; no se debe a favores especiales o a dones de la Providencia. Un carácter noble es el resultado de la autodisciplina, de la sujeción de la naturaleza baja a la naturaleza elevada –la entrega del yo al servicio del amor del Creador y del hombre.” –E. G. W., La Educación, p.57.
26. Como texto para la edificación del carácter, la Biblia es sin par; en esto sobresale infinitamente por sobre la ciencia. “La búsqueda de todos los libros de filosofía y ciencia no puede hacer por la mente y la moral lo que puede hacer la Biblia, si se estudia y se practica. A través del estudio de la Biblia se mantiene una conversación con los patriarcas y los profetas. La verdad está vestida de un lenguaje elevado, que ejerce un poder fascinante sobre la mente; el pensamiento se eleva de las cosas de la tierra y es llevado a contemplar la gloria de la futura vida inmortal. ¿Qué sabiduría del hombre se puede comparar con la grandeza de la revelación del Omnipotente?” –E. G. W., Los fundamentos de la Educación, p. 130.
27 Como el cuerpo no puede subsistir sin alimento, tampoco el alma puede prosperar sin el alimento espiritual que el Creador nos ha provisto en Su palabra. Moisés, el antiguo caudillo de Israel, con verdad dijo:
* “No sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Yhwh.” Deut. 8:3 (H).
Y en uno de los salmos leemos:
* “La entrada de tus palabras alumbra; da entendimiento al simple.” Salmo 119:130 (H).
28. Estimado lector, si usted toma la Biblia como su guía, discernirá la sabiduría y el amor del Eterno en las benéficas leyes manifestadas por todas partes en la naturaleza. Reconocerá en cada latido del corazón una evidencia de Su cuidado abarcador, será abrazado por el conocimiento de que El que guía a los planetas y los mantiene en sus circuitos señalados a través de los cielos “por la grandeza de su poder,” puede y quiere guiarlo a usted a través de todas las vicisitudes de la vida. Usted se animará y se consolará con el pensamiento de que El que hace que brote la vegetación, y que las flores florezcan en tan rica profusión, y cuyo poder y amor se ejercen constante e incansablemente en sostener a todos los objetos de Su vasta creación, es capaz y está deseoso de guiarlo, cuidarlo, y sostenerlo a usted en cada paso del camino. ¿Puede pedir más?
(Preparado en inglés por: The Israelite Heritage Institute. Versión española de: Publicaciones Menorah.)