1. El hombre de Neandertal, el llamado hombre de las cavernas, fue descubierto en una cueva Alemania, en el 1856. El dibujo del Neandertal, que nos ha llegado como resultado de las descripciones de Marcellin Boule,1 presenta a un hombre velludo, encorvado, más pequeño que un aborigen australiano. Boule dijo: “Numerosos rasgos de simio que ha retenido son reliquias…de un estado ancestral.”2 Escribió que “la extensión total de la rodilla no habría podido ser normal,” y que los pies “eran planos y asumían una posición corina.”3 Boule y otros antropólogos que estudiaron al Neandertal estaban convencidos de que el esqueleto era de un sub-humano, de un hombre semejante al mono que era un eslabón entre un antepasado simio y el hombre moderno, y una prueba de que el hombre ha evolucionado a partir de formas inferiores.
La postura del Neandertal
2. La Revista Trimestral de Biología publicó en el 1957 un Simposio conmemorativo del aniversario 100 del descubrimiento del Hombre Neandertal, que incluía estudios de William L. Straus del Departamento de Anatomía, de la Universidad de John Hopkins, y A. J. E. Cave del Colegio Médico del Hospital de San Bartolomé, en Londres. Ellos notaron que “este esqueleto había constituido el tipo de espécimen para la evaluación de la postura del Neandertal; porque era el único esqueleto de Neandertal que poseía alguna cantidad significativa de vértebras, y las vértebras necesariamente deben proveer un factor decisivo en cualquier intento de reconstrucción de la postura corporal.”4 Solamente este esqueleto entonces, se ha usado para clasificar a todos los miembros del grupo como erectos, de semejanza simia, de rodilla doblada, pie plano, y dedos de paloma.
Los estudios de Straus y Cave mostraron también que este esqueleto estaba malamente deformado por un caso severo de artritis, y que antes de que la artritis deformara el esqueleto, el hombre era erecto, de apariencia muy humana y sin la postura simia con la que Boule lo había pintado.
Según Straus y Cave, “No hay así razón válida para la presunción de que la postura del hombre Neandertal del cuarto período glacial difería de la del hombre del día actual…Pudiera ser que el “viejo” artrítico de La Chapelle-auxSaints, el prototipo postural del hombre Neandertal, en realidad se paraba y andaba con algo así como una cifosis patológica; pero si fue así, tiene su contraparte en hombres modernos afligidos por osteoartritis espinal. En vista de esta patología manifiesta, no puede ser usado para proveernos un cuadro confiable de un hombre Neandertal saludable y normal. Por lo tanto, si se le pudiera reencarnar y ponerlo en una ciudad de hoy –siempre que estuviera bañado, afeitado y vestido con ropa moderna– sería dudoso que atraería más la atención que algunos de sus compatriotas.”5
La inteligencia del Neandertal
3. El Neandertal era un poco diferente en apariencia del europeo o americano de apariencia promedio hoy día. La pregunta importante a formularse es si era menos inteligente que los humanos modernos. Debe admitirse que es difícil establecer la inteligencia de un esqueleto. Boule y otros pensaban que el lóbulo frontal del hombre era mayor que el de los grandes primates como el chimpancé, y que este aumento en tamaño marcaba al hombre como superior al Neandertal.6 Pero varios científicos después de Boules han demostrado que esta teoría era incorrecta.
Como ha señalado Ralph Halloway Jr., de la Universidad de Columbia, la evidencia muestra que “el tamaño relativo del lóbulo frontal en hombres y monos es el mismo. Además, aun si fuera posible demostrar un aumento definido en este aspecto de la anatomía cerebral para el hombre, aún sería oscuro cómo se pudiera relacionar tal información con la conducta.”7
Halloways nota también que el número de neuronas dentro del cráneo no se relaciona directamente con el tamaño del cráneo. Dice que “la interpretación usual basada en la capacidad craneal ha supuesto que el cerebro humano es simplemente una multiplicación cuádruple del cerebro de un simio, lo cual a su vez es una multiplicación cuádruple de un cerebro macaque. Pero eso es incorrecto, ya que las relaciones entre las ‘partes’ son específicas a las especies estudiadas.
“Por ejemplo, considere la corteza cerebral, que ha sido blanco de tanta especulación en cuanto a la conducta. La presunción general, implícita cuando se compara la conducta del hombre y del simio, es que la corteza humana tiene cuatro veces el tamaño de la del chimpancé, y que tiene por lo menos cuatro veces más neuronas.
“Los estudios de la microestructura de la corteza muestran que la densidad celular, la distancia entre neuronas, se reduce cuando aumenta el tamaño del cerebro (Shariff, 1953; Tower, 1954). Esto es, la distancia entre neuronas adyacentes aumenta… [Por lo tanto] un aumento cuádruple en volumen no significa un aumento cuádruple en el número de neuronas.
“Contajes comparativos de neuronas en primates (Shariff, 1953) sugiere que el aumento en el número de células en la corteza del hombre es 1¼ de la del chimpancé, más bien que cuatro. En números absolutos, esto llega a 1.4 billones de neuronas…Es interesante notar que durante una cirugía cerebral, más de ese número puede eliminarse sin convertir al paciente en una nueva especie. Hay también evidencia de que hasta 1/3 de las neuronas corticales en el hombre se pierden durante la vejez, como 2 billones de neuronas (Brody, 1955).”8
Halloway también comenta sobre humanos afligidos con microcefalia, condición en la que los individuos tienen un cráneo con capacidad de 400-600 cc., más pequeños que el de muchos gorilas. Sin embargo estas personas hablan y se comportan como humanos. Nota que “estas personas tienen una conducta humana aunque poseen menos neuronas en la corteza que un chimpancé saludable.”9
4. ¿Pero era el Neandertal menos inteligente que nosotros? M. F. Ashley Montagu, presidente del Departamento de Antropología en la Universidad de Ruthgers, ha notado: “La capacidad craneal del hombre Neandertal paleolítico era, en promedio, 1,500 cc. ¡Qué situación extraordinaria! El llamado “primitivo” hombre Neandertal… tenía un cerebro más grande que el hombre blanco promedio de hoy.
Es extraño que este dato elemental se haya pasado por alto tantas veces. ¿Vamos a asumir entonces que el hombre Neandertal era superior al hombre blanco promedio moderno? El negro tiene una capacidad craneal promedio de 1,350cc., 50 cc. menos que el blanco, mientras que el blanco moderno tiene una capacidad craneal menor que la del hombre Neandertal por cerca de 150 cc. ¿Vamos entonces a concluir a partir de esos datos que la diferencia en capacidad intelectual entre el hombre blanco moderno y el hombre Neandertal es tres veces mayor que la del negro y el blanco? Creemos que no.”10
Un poco de reflexión mostrará que sólo porque las mujeres tienen en promedio cráneos más pequeños que el hombre no reflejan una inteligencia inferior a la del hombre.
La cultura del Neandertal
5. ¿Qué hay de la cultura del Neandertal? ¿Era inferior? La cultura del Neandertal se conoce como la Musteriana. F. Lordes ha notado esto: “La reconstrucción lo muestra como sólo un poco mejor que los grandes simios, y sus herramientas (musterianas) se describen como ‘crudas’ por personas que no podrían hacerlas para salvar sus vidas. La verdad es muy diferente.”11
La cultura del Neandertal era primitiva, si lo que se usa como norma es la cultura europea o americana reciente. Pero ¿es justo juzgar al Neandertal usando esta norma para luego hacer la inferencia de que la cultura musteriana antecede a todas las demás culturas o que es inferior a toda otra cultura?
La importancia del Neandertal
12. El neandertal es importante porque muchos piensan que es el antepasado de la humanidad moderna. Se supone que los fósiles prueban que el hombre ha evolucionado de un antepasado simio…
La prueba de que el hombre desciende de antepasados simios tiene que provenir de los fósiles. ¿Pero qué dicen las autoridades? El antropólogo L. Pradel, escribiendo en el 1966, dijo: “La evolución local del Hombre Neandertal hacia el Hombre del Paleolítico Superior en Francia y el Cercano Oriente no es imposible pero no se ha comprobado, y debemos investigar más.”27
J. C. Voge, comentando a Pradel, escribió: “Pradel parece favorecer la idea de que el antiguo [Homo Sapiens] en realidad evolucionó del posterior [Neandertal], pero se justifica igualmente asumir que son contemporáneos o hasta revertidos en tiempo,” etc.28
Si no hay prueba de que el Neandertal existió anterior al Homo Sapiens, entonces no puede probarse que haya sido su antepasado. Hay buena evidencia de que el hombre Neandertal vivió al mismo tiempo que el hombre Cromañón (el Homo sapiens “normal” que nos dejó los hermosos dibujos de las cavernas). Basados en los restos de varios esqueletos del Neandertal hallados en lo que es ahora Israel en las laderas occidentales del Monte Carmel en el 1931 y 1932, hay evidencia de matrimonios mixtos entre el Cromañón y el Neandertal.29
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15. Harold Coffin, profesor de paleontología, ha hecho comentarios sobre el Homo Erectus que no deben tomarse a la ligera, porque reflejan el pensamiento de muchos científicos cuidadosos. Escribe él: “¿Qué puede decirse de estos restos? ¿Son eslabones en una cadena evolutiva? Se necesitarían muchos eslabones más antes de que se complete una cadena evolutiva. Los pocos eslabones existentes no son indicios de evolución más que de degeneración. ¿Pueden estos restos representar seres humanos primitivos y degenerados que se alejaron de los centros de civilización, cayeron en una cultura social degradada que incluía el canibalismo? Los cráneos hundidos de estos hallazgos incluyen todos esta posibilidad.”39
El subtítulo del artículo de Robert Eckhardt en el Scientific American del 1972 dice: “Entre el sorprendente despliegue de humanoides fósiles, ¿hay alguno cuya morfología lo marque como el antepasado humanoide del hombre? Si se considera el factor de la variabilidad genética, la respuesta parece ser no.”
16. En el Midrásh Rabáh se preserva una antigua tradición rabínica que dice que “las caras de los hombres se volvieron como de mono, y se hicieron vulnerables a los demonios.” Dijo el Rabí Isaac: “Ellos mismos fueron responsables por volverse vulnerables (hulin) a los demonios, ¿Cuál es la diferencia si uno se postra ante una imagen o se postra ante un hombre?”41
La teoría de que el hombre desciende un antepasado simio es un mito moderno basado en suposiciones, datos inadecuados, y conjeturas. El reclamo de la teoría y su conclusión no se han comprobado. La teoría tiene que presentar todavía más evidencia para establecer el hecho. Como una casa de barajas, los eruditos han edificado sobre las opiniones infundadas de sus maestros y antecesores; y los errores una vez establecidos han sobrevivido mediante un hábito de ecolalia. El juicio crítico y la evaluación se han suprimido para aceptar la autoridad injustificada de algún erudito o de alguna escuela de pensamiento que ha tenido fama en algún momento. Como escribió una vez Moisés Ben Maimón (Maimónides): “Una verdad, una vez establecida por pruebas, no gana fuerza ni certeza por el acuerdo de todos los eruditos, ni la pierde por el rechazo general.”42
17. Todos los argumentos de la teoría son de ninguna consecuencia. Ninguno prueba la relación. Como también dijo Maimónides: “Es imposible reconciliar las dos historias, la de la existencia por casualidad y la de la creación por el deseo y la voluntad de un Creador.”43
Evidencia que apoya a la Torah
18. Hay evidencias que apoyan al relato mosaico del origen del hombre. Una de éstas es que en todo el mundo el hombre primitivo preservó el recuerdo de un antiguo diluvio que cambió toda la superficie de la tierra y del cual sobrevivieron unas pocas personas. Sobre 100 de estas historias han sido coleccionadas por Sir James George Frazer, de Europa, África, Asia, Australia, las Indias Orientales, de todo el hemisferio occidental, y de Melanesia, Polinesia, y Micronesia. Muchas de estas historias tienen rasgos comunes con el relato bíblico, incluyendo la construcción de un barco grande que salvó a unos pocos humanos, atracó en una montaña, y del que se enviaron aves para determinar si las condiciones eran buenas para salir del barco. Frecuentemente se incluye en esta historia la confusión de lenguas y la dispersión de los pueblos.44
Alfred L. Kroeber, antropólogo que escribió en el 1948, comentó sobre los relatos del diluvio, aunque con cierta parcialidad: “Los mitos del diluvio se cuentan en probablemente la mayoría de las naciones humanas. Antiguamente esta amplia distribución se tomaba como prueba de la realidad del Diluvio Bíblico, o como evidencia de que toda la humanidad desciende de una sola nación. No hace falta refutar esto.”45
19. Pero ¿puede esta evidencia despacharse tan sencillamente? John Bright, que estudió el problema extensamente, comentó en cuanto al problema de que el relato del Diluvio en Génesis tuviera un significado local, y dijo: “La última alternativa es difícil de sostener a la luz de la amplia difusión de la tradición del Diluvio. A menos que expliquemos la notable semejanza entre los relatos del Diluvio provenientes de países tan remotos unos de otros como India y América sobre la base de coincidencia, hay que asumir la difusión de la tradición a partir de un original común.”46
20. Pero ¿debemos quedarnos con esta explicación? ¿No es posible, como argumentaron John C. Whitcomb y Henry M. Morris, que estas leyendas representen una tradición común porque todos los hombres descienden de las familias que vivieron el episodio descrito? Las diferencias en la tradición, entonces, se deben a una tendencia humana a modificar las historias. Ellos insisten en que “la antropología no tiene derecho a decidir en cuanto al verdadero significado de las leyendas del diluvio. Todo lo que puede hacer es describirlas y hacer unas suposiciones en cuanto a cómo deben explicarse, suposiciones que estarían coloreadas por las presuposiciones del que las hace.”47
Es un hecho que “los eruditos conservadores…ven estas tradiciones como que proveen importante evidencia circunstancial de un diluvio universal…En otras palabras, si en realidad hubo un Diluvio que destruyó a la humanidad como enseña la Biblia, entonces las tradiciones del Diluvio universal deben ser lo que uno esperaría encontrar.”48
21 La Toráh, la Escritura Sagrada amada por el pueblo judío, nos presenta la historia del origen del hombre en Génesis 1:27 y 2:7. Tenemos dos puntos de vista para escoger. O el hombre fue creado por un milagro sobrenatural, o evolucionó de antepasados simios. Ninguno de los puntos de vista puede probarse. Ambos requieren que uno ejerza fe.
El Rabí Maimónides escribió la Guía para los Perplejos durante el tiempo cuando la comunidad judía intelectual estaba coqueteando con la filosofía griega (a finales del siglo 12). Aristóteles había argumentado que el universo y nuestro planeta habían existido siempre. Maimónides rechazó esa teoría en favor de la enseñanza bíblica que dice que Elohim creó la tierra en un punto en el tiempo y que no ha existido siempre. Escribió:
“La eternidad del universo no se ha comprobado; un mero argumento en favor de cierta teoría no es suficiente razón para rechazar el significado literal de un pasaje bíblico, y explicarlo figurativamente, cuando la teoría opuesta puede apoyarse en un argumento igualmente importante.” Lo mismo puede decirse de la teoría de la evolución.
Maimónides dijo también: “Como no hay prueba suficiente para convencernos,…tomamos el texto de la Biblia literalmente, y decimos que nos enseña una verdad que no podemos comprobar; y los milagros son evidencia de la corrección de nuestro punto de vista.
“Aceptando la creación, encontramos que los milagros son posibles, que la Revelación es posible, y que toda dificultad en este asunto se elimina…Porque si la Creación se hubiera demostrado por pruebas,… todos los argumentos de los filósofos contra nosotros no tendrían valor. Si, por otra parte, Aristóteles hubiera tenido pruebas para su teoría, toda la enseñanza de la Escritura sería rechazada y quedaríamos obligados a otras opiniones. Así he demostrado que todo depende de este asunto. Nótelo.”49 Lo mismo puede decirse sobre Darwin.
Se han hecho esfuerzos para demostrar que la teoría de que el hombre ha evolucionado a partir de formas más simples de vida, como la enseñan ciertas escuelas de pensamiento científico, es incomprobada.
22. Es igual de científico aceptar el relato de la creación. Hoy día hay una organización llamada la Sociedad de Investigación de la Creación, con una matrícula de 400 científicos con grado de M.A. o Ph.D. en ciencias, y sobre 1300 miembros que no tienen grados en ciencia –que creen que la historia de la creación presentada en las Escrituras Sagradas es la explicación más satisfactoria de cómo comenzó la vida.50
Debe notarse que los científicos de la Sociedad de Investigación de la Creación aceptan la micro-evolución como un hecho, cuando se define como el desarrollo de nuevas variedades dentro de especies básicas originales. Están en desacuerdo con el punto de vista de que todas las especies se originaron de uno o varios organismos simples, y sostienen que los registros fósiles pueden interpretarse científicamente para significar que todos los grupos mayores de organismos vivos llegaron al planeta a la misma vez.51 Creen que la teoría de la micro-evolución puede ayudar a explicar algunos de los cambios que vemos, pero no el origen de la vida misma, la cual creen que surgió mediante la obra milagrosa del Creador como se afirma en las Sagradas Escrituras.52
23 ¿Qué es el hombre? La Escritura Sagrada dice que es la creación del Todopoderoso. Según Maimónides, uno de los propósitos de la creación del Sábado es “confirmar la verdadera teoría, la de la creación, la cual lleva seguida y claramente a la teoría de la existencia del Todopoderoso.”53 Y ciertamente el mandamiento del sábado, que es parte central del Decálogo, nos recuerda la creación:
“Acuérdate del sábado para santificarlo…porque en seis días hizo Yhwh los cielos y la tierra, el mar y todo lo que contienen, y reposó el séptimo día; por eso bendijo Yhwh el día de Reposo y lo santificó.” Éxodo 20:8-11 (J).
Como judíos, necesitamos retornar a nuestro antiguo tesoro de la revelación divina –el Tanákh– e investigar por nosotros mismos las Escrituras Sagradas. No nos avergoncemos de ser llamados “hijos de Elohím.”
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FUENTES DE REFERENCIA
1. Marcellin Boule y Henry V. Vallois. Hombres Fósiles, trad. de la segunda edición francesa del 1923 por Michael Bullock (Nueva York: Dryden Press 1957), ps. 195-258.
2. Idem. Figs. 177 y 178, en ps. 253 y 256.
3. Idem. p. 242.
4. William L. Straus, Jr., y A. J. E. Cave, “Simposio conmemorando el aniversario cien del descubrimiento del Hombre Neandertal. III Patología y la postura del Hombre Neandertal,” en la Revista Trimestral de Biología, vol. 32 (Diciembre 1957), p. 348.
5. Idem. ps. 358, 359.
6. Marcellin Boule y R. Anthony, “L’encephale de l’Homme fossile de la Chapelle-aux-saints,” en L’Anthropologie, vol. 22 (1911), citado de Ralph L. Holloway, Jr. “Capacidad craneal, reorganización neural, y evolución humanoide: Búsqueda de parámetros más adecuados,” En American Anthropologist, vol. 68 (nueva serie, febrero de 1966), p. 105.
7. Halloway, op. cit., p. 106.
8. Idem. ps. 106, 107, citando a C. G. Shariff, “Conteo celular en la corteza cerebral de los primates,” en Journal of Comparative Neurology, vol. 101 (1954), ps. 19-53; y H. Brody, “Organización de la corteza cerebral. III. Estudio del envejecimiento en la corteza cerebral humana,” en Journal of Comparative Neurology, vol. 102 (1955), ps. 511-556.
9. Halloway, op. cit., p. 107.
10. F. Ashley Montagu, El mito más peligroso del hombre: La falacia de la raza (cuarta edición), revisada y ampliada; Nueva York: World Publishing Co., (1964), p. 100
11. Francois Bordes, “Culturas Mousterianas en Francia,” en Science, vol 134, no. 3482 ( septiembre 22, 1961, p. 803).
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27. L. Pradel, Transición del Mousteriano al Perigordio: Esqueletal e industrial,” en Current Anthopology, vol. 7, no. 1 (febrero, 1966), p. 46.
28. J. C. Vogel, “Comment to L. Pradel, Current Anthropology, vol. 7, no. 1 (febrero 1966), p. 46.
29. F. Ashley Montagu, “Hibridación Prehistórica,” en Man, vol. 62, nos. 15-45 (febrero 1962), p. 25
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39. Harold G. Coffin, Creación: ¿Accidente o Diseño? (Washington D. C.: Review and Herald Publishing Association, 1969), p. 216.
40. Robert B. Eckhardt, “Genética de la población y orígenes humanos,” en Scientific American, vol. 226, no. 1 (enero de 1972), p. 94.
41. Midrásh Rabáh, sobre Génesis, cap. 23, sec. 6 (Londres: Soncino Press, 1939), vol. 1, ps. 196, 197.
42. Moisés Maimónides, Guía de los Perplejos, segunda edición en inglés, revisada, traducida por M. Friedlander (Nueva York: Dover Publications, Inc. 1956), II:15, p. 176.
43. Idem., parte 2, cap. 20, p. 190.
44. Sir James George Frazer, Folklore en el Antiguo Testamento: Estudios en religión comparada, leyenda y ley (Londres: Macmillan and Co., Ltd., 1919), vol. 1, ps. 104-361, 274, 382-387.
45. A. L. Kroeber, Antropología: Raza, idioma, cultura, psicología, prehistoria, edición revisada (Nueva York): Harcourt, Brace and Co., 1948), p. 545.
46. John Bright, “¿Ha hallado la arqueología evidencia del Diluvio?” The Biblical Archaeologist, vol. 5, no. 4 (diciembre, 1942), ps. 58, 59.
47. John C. Whitcomb, Jr., y Henry M. Morris, El Diluvio del Génesis: El registro bíblico y sus implicaciones científicas (Philadelphia, PA.: Presbiterian and Reformed Publishing Company, 1964), p. 51.
48. Idem., p. 52.
49. Maimónides, op. cit., parte 2, cap. 25, ps. 199, 200.
50. “Creation Research Society History,” en Revista Trimestral de la Sociedad de Investigación de la Creación, vol. 9, no. 2 (sept. 1972). p. 94.
51. Coffin, op. cit.; Ritland, op. cit.; Whitcomb y Morris, op. cit.; Frank L. Marsh, Evolución, creación y ciencia (Washington D. C.: Review and Herald Publishing Company); Frank W. Cousins, El hombre fósil, reevaluación de la evidencia con una nota sobre el Hombre Terciario, edición revisada (Hants, Inglaterra: Movimiento de Protesta contra la Evolución, 1971); Estudios científicos en la creación especial (Baker Books House, Grand Rapids, Michigan: The Presbiterian and Reformed Publishing Company, 1971); Harold W. Clark, El Génesis y la ciencia, (Nashville, Tennessee: Southern Publishing Association, 1967).
52. “Creation Research Society. Statement of Belief,” en Creation Research Society Quarterly, vol. 9, no. 2 (septiembre, 1972), p. 146.
53. Maimónides, op. cit., parte 2, cap. 31, p. 219.
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(Preparado en inglés por: The Israelite Heritage Institute. Versión española de: Editorial Menorah.)