La Calidad Israelita de Pablo
Mario Javier Saban
Su nombre hebreo fue Shaúl de Tarso, su nombre mesiánico, Pablo. Mientras para muchos fue el auténtico fundador del cristianismo, para otros fue el traidor de Israel. Pero, ¿qué hay de verdad en todo esto? Mario Javier Saban sostiene una tesis revolucionaria, basada en los textos bíblicos, según la cual el apóstol nunca habría dejado de ser hebreo.
Intentar llegar al pensamiento de un hombre que vivió hace más de dos milenios es una tarea que algunos podrían calificar de atrevida. Y más cuando vemos que dicho sistema de ideas fue indudablemente el que generó la aparición del cristianismo como religión autónoma de la fe hebrea. Sin embargo, la teología ha intentado penetrar la ideología subyacente dentro del Nuevo Testamento.
Desde mi perspectiva, es indudable que jamás los primeros seguidores del rabino Yeshúa de Nazaret pensaban apartarse de la fe hebrea y fundar de ese modo una nueva religión. El planteamiento de la “originalidad de Jesús” como el factor de desvinculación entre ambas religiones es un absurdo teológico. El historiador judío Joseph Klausner veía en Yeshúa un componente original que segregó a la comunidad hebrea creada por Yeshúa de la fe hebrea. Si comprendemos que el propio Yeshúa plantea que el mandamiento fundamental de su sistema de pensamiento es el Credo hebreo o Shemá Israel (Mateo, cap. 12, versículos 28 y 29) no hay duda de que siempre fue un hebreo fiel a su herencia. Sin embargo, tras la muerte de aquel humilde rabino galileo, aparecerá en la escena histórica aquél a quien se le confiere el dudoso título de ser el “verdadero fundador del cristianismo”. Y decimos dudoso porque quien lea y analice en profundidad las ideas de este hombre podrá imaginarse cuánto calidad israelita poseía.
Hablamos del hebreo Shaúl de Tarso. La historia le conoce con el nombre de Pablo. Todos apuntan a que fue este hombre el “sedicioso” o “el traidor de Israel”. A él es a quien se le atribuye la fundación del cristianismo como una religión independiente, con la creación de un sistema de ideas que desvinculó definitivamente al grupo mesiánico hebreo de los nazarenos (como eran llamados los primeros discípulos mesiánicos) del tronco de la fe hebrea tradicional.
La teología cristiana admira sus cartas apostólicas y las estudia en forma permanente. La teología judía lo ignora olímpicamente. Sin embargo ambas teologías cometieron lo que yo podría denominar una tergiversación teológica con fines particulares. ¿Cuál fue la tergiversación histórica que sufrieron la figura y el sistema ideológico del hebreo Shaúl de Tarso?
El cristianismo lo deshebraizó y el pueblo hebreo lo ignoró. La deshebraización del hebreo Shaúl de Tarso para transformarlo en el campeón del Mesías como objeto de redención fue un proceso que comenzó a mediados del siglo 2, por obra de quien después sería considerado un hereje por parte de la Iglesia, Marción del Ponto (86-150). La Iglesia católica y el cristianismo en general se han apoderado del hebreo Shaúl de Tarso y lo han desjudaizado. El pueblo hebreo por su parte cometió otro error histórico y teológico al abandonar el análisis de la teología paulina a su suerte, y dejar en manos de los gentiles que ingresaron al movimiento mesiánico hebreo nazareno (luego cristiano) el estudio de su pensamiento. El interrogante es: ¿Cómo podemos llegar al pensamiento real del hebreo Shaúl de Tarso?
En primer lugar debemos extraer de nuestra mente dos preconceptos que son completamente falsos y que se relacionan con ambas teologías, tanto la judía como la cristiana. El primer preconcepto que debemos extraer de nuestra mente es el que proviene de la fe hebrea rabínica: Pablo fue un traidor a la fe hebrea. Esta afirmación carece de sentido. Decir que Pablo fue un traidor a la fe hebrea es no haber leído jamás a Pablo. Shaúl de Tarso nació hebreo, vivió como hebreo, pensó como un hebreo y murió hebreo. Por lo tanto para una verdadera comprensión de Pablo no podemos tomar este camino de análisis.
El segundo preconcepto que debemos solucionar y extraer de nuestra mentalidad es el que proviene de la tradición católica y cristiana en general. Aquí la Iglesia en su intento de desjudaización de Pablo dice que gracias a él se derogó la circuncisión al enfrentarse a los judaizantes (nazarenos que deseaban continuar la ley de Moisés), y por lo tanto, después de su conversión, abandonó su tradición farisea para volverse cristiano. También se dice de él que ya había abandonado el shabat hebreo y que gracias a este hombre la Torá (ley) era derogada por la fe. Debemos revisar todas estas ideas.
Decir que Pablo se convirtió en cristiano es no comprender su calidad israelita. “Pablo nació israelita, vivió israelita, pensó como israelita y murió como israelita.” Es interesante que con respecto al israelita de Tarso, tanto la teología cristiana como la hebrea, desde ópticas diametralmente opuestas, acepten el mismo punto. Para el cristianismo Pablo es el héroe antiisraelita y para el pueblo hebreo Pablo es el traidor antiisraelita. Después de diez años de investigación sobre los orígenes hebreos del cristianismo, he llegado a una conclusión histórica y teológica: el hebreo Shaúl de Tarso deseaba universalizar el la fe hebrea a través de la figura del Mesías y de ningún modo pensó en crear una comunidad separada de la fe hebrea. Sin embargo no es correcto científicamente que yo exponga mi conclusión antes de plantear todo el sistema ideológico de este genial hebreo.
Ni héroe ni traidor
Llegamos entonces al núcleo central: ¿Quién fue el enigmático hebreo Saulo de Tarso? ¿Quién fue en realidad y qué pensó Pablo? La pregunta central es: ¿Qué pensaba el hebreo Shaúl de Tarso de la Torá hebrea? Para ello citamos un párrafo del Nuevo Testamento que dice: “De manera que por su parte, la Torá es santa y el mandamiento es santo, justo y bueno” (“Carta a los romanos”, cap. 7, versículo 12). La Ley de Israel es para Pablo una legislación santa. ¿Podemos pensar que el hombre que creía que la Torá era santa deseaba crear otra religión separada de la fe hebrea? Y vuelve a repetir en su “Primera Carta a Timoteo” (cap. 1, versículo 8): “Ahora bien, nosotros sabemos que la Torá es excelente con tal de que uno la maneje legítimamente.” ¿Cuándo creó este hebreo el cristianismo? ¿Cuándo definió Pablo qué es ser cristiano? Pablo no dice en ningún lado quién es un cristiano, sin embargo sí plantea quién y cómo debe ser un hebreo: “Es hebreo el que lo es por dentro y su circuncisión es la del corazón por espíritu y no por un código escrito. La alabanza de ése viene, no de los hombres, sino de Elohim.” “¿Cuál es pues la superioridad del hebreo o cuál es el provecho de la circuncisión? Muchísimo de todas maneras. En primer lugar porque a ellos fueron encomendadas las sagradas declaraciones formales de Elohim” (“Carta a los romanos”, cap. 2, versículos 28 y 29, y cap. 3, versículos 1 y 2).
¿Es posible pensar que el fundador del cristianismo y el hombre que dividió la Iglesia de la Sinagoga pueda hablar de este modo?
Imaginemos entonces a quien los teólogos e historiadores judíos han llamado a través de los siglos “el traidor”, y a quien los cristianos han llamado “el héroe de la teología”, diciendo que la superioridad del hebreo se mantiene y que la circuncisión sigue siendo provechosa. ¿Es posible que alguna persona con sentido común pueda dudar leyendo estos versículos del sentimiento hebreo de Pablo? Cuando un hebreo lee a Pablo en los versículos 1 y 2 del capítulo 3 de su “Carta a los Romanos” debe sentirse admirado de la profunda calidad israelita de este hombre. ¿Por qué razón los rabinos abandonaron la calidad israelita de Pablo? ¿Por qué razón los sacerdotes cristianos no han comunicado a sus millones de feligreses en todo el mundo la definición de la fe hebrea de la “Carta a los romanos”? ¿Qué estrategias teológicas negaron la verdadera calidad israelita de Shaúl de Tarso? ¿Por qué se desjudaizó a Pablo? ¿Por qué los rabinos judíos no lo rescataron? ¿Tendrían miedo los rabinos de la Iglesia cuando ya en el siglo 5 se constituía en el poder imperial de Roma? Por ahora son preguntas sin respuesta.
Pablo o Shaúl, era un hebreo, hijo de padres hebreos, que había nacido en Tarso (Cilicia, Asia Menor). Era ciudadano romano de nacimiento, lo que implica que su padre seguramente obtuvo este honor por su elevado rango económico y sus favores al Imperio. Había sido circuncidado al octavo día como todo varón hebreo, y había estudiado la ley hebrea con el rabino Gamaliel, de la escuela de pensamiento de Hillel el Sabio. Pertenecía a la ideología farisea como él mismo declaró: “Fariseo, hijo de fariseos.” Los fariseos eran aquellos hebreos que creían en la llegada mesiánica, la resurrección de los muertos y la importancia del saber rabínico como método de interpretación de la legislación. Estos tres conceptos serán heredados tanto por la fe hebrea como por el cristianismo. Habría nacido entre los años 6 y 7 de la era común, y por lo tanto en el momento de su ingreso en el movimiento mesiánico nazareno tendría unos treinta y dos o treinta y tres años. Se declara históricamente que Saulo fue aceptado dentro del grupo mesiánico alrededor del año 38 o 39. Esto es, unos seis años después de la muerte del Rabino de Nazaret. Quizás éste sea ya un dato clave: Pablo jamás conoció a Yeshúa de forma personal.
La teología cristiana ya se encuentra aquí con el primer obstáculo: el gran teólogo Pablo no conoció a Yeshúa sino en una visión en el desierto. Esto aleja al hebreo de Tarso del pensamiento central apostólico de los primeros seguidores. Si para el hebreo Simón Bar Yona (Pedro) y sus seguidores hebreos, el hebreo Yeshúa es un sujeto de enseñanzas, para el hebreo de Tarso, Yeshúa será el objeto de la creencia mesiánica.
El otro elemento que debemos tener en cuenta para el análisis de la figura de Pablo es el ámbito de su prédica. Si uno lee profundamente el libro de Hechos de los apóstoles desde el capítulo 12 hasta el final, verá que Pablo va y viene a través de todas las sinagogas del Mediterráneo Oriental hasta llegar a Roma. ¿Cuál es entonces el ámbito central de actuación de Pablo? Las sinagogas. ¿Qué día es el mejor para la prédica? El shabat, el día del descanso sabático. Aquí la teología cristiana intenta por todos los medios informarnos falsamente que después del shabat los primeros cristianos recordaban el día de la resurrección de Yeshúa y que ya había una conciencia clara de abandonar el sábado hebreo por el domingo. Esta idea carece completamente de fundamento. El Shabat hebreo continuó siendo practicado por el cristianismo desde la muerte de Yeshúa hasta el año 150, cuando san Justino nos informa que se adoraba a Jesús el día del dios Sol. El hebreo de Tarso jamás abandonó la práctica hebrea del descanso sabático, y esto lo confirman sus permanentes prédicas sinagogales.
El otro elemento que debemos analizar es si Pablo observó la legislación de Moisés. Aquí, en el intento de su desjudaización, la teología cristiana nos ha planteado de forma permanente que, conforme a unas palabras de la carta a los gálatas “El fin de la Torá es el Mesías”, la intención de Pablo era la anulación de la Torá (ley de Moisés). ¿Podía un hebreo como Pablo llegar a esta conclusión cuando en su propia vida continuó practicando la legislación hebrea en su totalidad? Veamos.
En los primeros versículos del capítulo 16 del libro de los Hechos de los apóstoles, el hebreo Shaúl de Tarso circuncida a Timoteo. ¿Por qué lo circuncida? Es muy simple la respuesta: Timoteo era un hijo de madre hebrea, y siguiendo la más antigua legislación hebrea debía estar circuncidado. ¿Qué legislación aplica Pablo aquí? La legislación hebrea.
El segundo caso de observancia hebrea en Pablo se verifica cuando en el año 58 va al Gran Templo de Jerusalén a orar, y realiza el voto de nazareato. Ahora bien, la teología católica y la cristiana en general nos planteó siempre que Pablo derogó la Torá porque él fue el campeón de la fe. Siempre escuchamos que Pablo elevó la fe sobre la ley de Moisés. Tan repetido está este preconcepto, que creemos que es verdadero. Ahora bien, leamos lo que el propio Shaúl de Tarso nos dice: “¿Abolimos la Torá pues por medio de nuestra fe? ¡Jamás suceda eso! Al contrario, establecemos la Torá.” (“Carta a los romanos”, cap. 3, versículo 31) ¿Alguna vez alguien leyó este versículo? “¡Jamás suceda eso!”, grita Pablo. Jamás se deberá derogar la Torá por la fe, todo lo contrario, le damos fuerza a la Torá hebrea.
Llegados a este punto, debemos comenzar la reflexión, debido a que podría continuar citando a Pablo unas cincuenta o sesenta veces a favor de la ley de Moisés, de la fe hebrea y de la continuidad de la observancia ritual hebrea.
¿Quién mintió?
Nos enfrentamos aquí a un punto nuclear: ¿Quién nos mintió? Porque indudablemente estamos tan llenos de preconceptos que cuando leemos el texto encontramos que la literalidad textual deroga las “verdades repetidas” por la teología. Tenemos aquí varias cuestiones complicadas en cuanto a las consecuencias de la investigación teológica que estoy realizando:
En primer término, demostrar la calidad israelita de Pablo no implica solamente decir que la “originalidad cristiana” no apareció con Yeshúa, sino que tampoco es atribuible a san Pablo, lo cual nos lleva a la conclusión de que el cristianismo se fundó en el siglo 2, cuando ya habían pasado dos o tres generaciones de aquella primera generación de hebreos mesiánicos. En segundo término, mostrar el verdadero rostro hebreo del cristianismo primitivo es en esencia enfrentar a los sectores cristianos que continúan dentro del antiisraelismo medieval, que en el fondo representa un anticristianismo pagano camuflado. En tercer lugar, analizar el pensamiento hebreo de Pablo es comprender que la división religiosa entre el cristianismo y la fe hebrea no fue una ruptura tajante, sino un proceso evolutivo, o involutivo, según se lo quiera analizar.
Para el pueblo hebreo Pablo representó al “israelita universal” en el momento en que, en la guerra del 66 al 70, el nacionalismo hebreo se rebeló de manera frontal contra Roma. Mientras Shaúl de Tarso caminó por un esquema de internacionalización de la fe hebrea, el pueblo hebreo caminó por un camino nacionalista. La idea de la fe hebrea de Pablo era probablemente la desnacionalización de la fe hebrea del pueblo hebreo, él fue quien intentó romper la nacionalidad de la religión hebrea, y este esquema resultó inseparable hasta nuestros días. Quizás los rabinos no le perdonaron por esto.
El hebreo de Tarso abrió la ética hebrea a los gentiles mediante un difícil proceso de teología estrictamente hebrea que analizaremos en otros artículos. Los rabinos pusieron un cerco a la nacionalidad hebrea y encerraron la religión hebrea en una estructura nacional. El rabinismo talmúdico salvo así a la fe hebrea de su desaparición, y no tomó el camino de la universalización, que podría implicar el peligro de aniquilamiento.
El grupo de gentiles (no israelitas) que asumió la conducción del movimiento mesiánico a fines del siglo 2 deshebraizó la fe hebrea mesiánica de Yeshúa, para dejar simplemente su huella mesiánica y abandonar el nacionalismo hebreo. Los gentiles que se apoderaron de la dirección del cristianismo tenían como objetivo la expansión y la internacionalización de la ética israelita mesiánica. Fue así como la teología católica deformó todo el componente hebreo de los Evangelios a través de la interpretación teológica, con el fin de crear una religión independiente de la fe hebrea nacionalista.
De ese modo el pensamiento del hebreo Shaúl de Tarso fue utilizado para crear una división religiosa, aunque no haya sido ese el objetivo del apóstol.
Mario Javier Saban (1966) es investigador de historia hebrea y autor de diversos libros de temática hebrea, entre los que destaca Las raíces hebreas del cristianismo (Beas, Buenos Aires, 1994).