Yeshúa y el Judaísmo
Por Yosiyahu
Durante las últimas décadas ha estado ocurriendo un sorprendente cambio en la actitud de muchos judíos hacia el Maestro de Nazaret, a quien los hebreos modernos llaman “Yeshúa” los gentiles de tradición griega llaman “Jesús” y muchos israelitas mesiánicos llaman Yeshúa o Yahoshúa conforme al hebreo antiguo. Pero no es menos sorprendente que este “despertar judío” hacia Yeshúa de Nazaret está balanceado a su vez por un cambio de actitud de muchos gentiles hacia la fe de Israel, la fe que practicó el Nazareno en toda su pureza.
Esta nueva tendencia debe desembocar, naturalmente, en una reinterpretación del Nazareno que armonice adecuadamente con el trasfondo judío en que nació, vivió y murió el Maestro Yeshúa. Por demasiados siglos ya la cristiandad ha estado presentando a Yeshúa como si fuera un gentil de habla griega, y hasta con un nombre de origen griego: Jesús. Con razón el mundo no ha entendido todavía el verdadero mensaje que nos trajo este gran Maestro. Para entender a Yeshúa es imperativo situarlo en el trasfondo cultural y religioso del judaísmo del primer siglo.
La Nacionalidad de Yeshúa
En los archivos del Templo de Jerusalem se guardaban cuidadosamente los registros genealógicos de todos los israelitas varones, especialmente de los primogénitos. Esto fue así hasta el año 70 de la Era Común (EC), cuando los romanos arrasaron el Templo. Que estas genealogías se conservaban con gran cuidado se demuestra por el hecho de que todas las familias en Israel podían ir a su pueblo natal a registrarse en censos como el de César Augusto (Lucas 2: 1-5). Se registra en Lucas 2:36 que la profetisa Ana era “de la tribu de Asher.” De estos antiguos archivos seguramente Mateo y Lucas obtuvieron los nombres para sus listas genealógicas de Yeshúa, ya que los mismos estaban disponibles al público para examen.
Por estos registros antiguos sabemos con certeza que Yeshúa fue judío de nacimiento, hijo de una virgen judía llamada Miriam (María), e hijo adoptivo de un judío llamado José. Era un hecho bien conocido en sus días que él descendía del Rey David y, de hecho, muchas personas lo llamaban “Hijo de David” (esto es, descendiente de David”) – Mateo 9:27; 15:22.
Consideremos ahora algunos datos que ponen de manifiesto la judeidad de Yeshúa:
¨ Fue circuncidado al octavo día, tal como lo mandaba la Toráh. (Luc. 2:21).
¨ Cuando alcanzó la edad del “Bar Mitzvah,” lo llevaron al Templo, “según la costumbre de la fiesta” (Luc. 2:42).
¨ Cuando comenzó su ministerio público, a la edad de 30 años, la gente lo llamaba “Rabí”, (Juan 3:2).
¨ Junto al pozo de Jacob, en Sicar, una mujer lo reconoció como judío, probablemente por su apariencia física y su manera de vestir. (Juan 4:9).
¨ Yeshúa usaba en sus ropas los flecos (tzitzit) que ordenaba la Toráh en Núm. 15:38-41 y Deut. 22:12, (Mat. 9:20; 14:36). Números 15:38 explica los flecos como recordatorios de los mandamientos de YHWH; y, según la tradición el cordón morado es símbolo del cielo, el trono de YHWH. Por esto los enfermos tocaban esperanzados los bordes de su manto, (Mat.9:20; 14:36).
¨ Yeshúa mismo dijo que su ministerio estaba dirigido a los judíos (Mat. 10:6); y, con un par de excepciones, sus milagros y sus discursos se dirigieron siempre a sus paisanos judíos. En todas las ciudades judías adonde iba hacía el bien, curaba los enfermos y enseñaba el mensaje del Reino. ¿Es maravilla pues que el común del pueblo judío en aquellos días amara a este benefactor judío? Aún sus enemigos tuvieron que reconocer: “Ningún hombre habló jamás como este hombre”. –Juan 7:46.
¨ Yeshúa asistía todos los sábados a la sinagoga, y hasta le daban parte en la lectura de la Toráh. (Lucas 4:16).
Joseph Klausner, conocido y distinguido escritor judío contemporáneo, dijo: “Es por lo tanto manifiesto que [Yeshúa] fue un verdadero judío de familia judía, porque Galilea en su tiempo estaba poblada principalmente por judíos; aunque no puede haber mayor prueba de su judeidad que su carácter y modo de vida esencialmente judíos”. –Jesus of Nazareth, pag. 233.
Sus Enseñanzas
Aunque Yeshúa se opuso a algunas interpretaciones rabínicas de la ley, de ningún modo se opuso a la ley misma. Al contrario, pues una vez dijo: “No piensen que he venido a abrogar la ley”… (Mat.5:17). Al decir esto demostró que acataba la ley de YHWH que decía: “No añadirás a la palabra que yo te mando, ni quitarás de ella” (Deut. 4:2).
El “Shemá” ha sido por generaciones la creencia fundamental de la fe israelita: “Oye, Israel, YHWH es nuestro Poderoso, YHWH es Uno,” (Deut. 6:4). Cuando un paisano judío le preguntó a Yeshúa cual era el mandamiento más importante de la ley, él respondió como respondería todo buen judío, con el “Shemá”: “Oye, Israel, YHWH es nuestro Poderoso, YHWH es Uno”. (Marcos 12:29).
Cuando cierto joven judío le preguntó a Yeshúa qué tenía que hacer para heredar la vida eterna, el Maestro le dio la respuesta que le habría dado cualquier buen rabino: “Guarda los mandamientos”. (Mat. 19:17).
Es claro que a través de todo el evangelio permea el sabor puramente judío de las enseñazas de Yeshúa.
Testimonio de Dirigentes Judíos Modernos
Joseph Klausner escribió: “[Yeshúa]…presentaba el antiguo material de una manera más impresionante que los sabios de Israel, y en todos sus dichos dejaba la huella de una personalidad única que lo movía a incorporar su enseñanza en la práctica real.” –Jesus of Nazareth, Pág.114.
El Dr. Kaufman Kaher, famoso rabino del Templo Beth-El en NY, conocido como el más grande teólogo judío en América, dijo: “[Yeshúa], el hombre viviente, fue el maestro y practicante del más tierno amor a Elohim y al hombre, el parangón de la piedad, la humildad y la entrega propia;… Fue uno de los mejores y más fieles hijos de la sinagoga… No tenía nada de la rigidez del hombre de escuela, nada del orgullo del filósofo y el recluso, ni aún el implacable celo del profeta antiguo para excitar la ira popular; vino solamente a llorar con los que lloran, a levantar al abatido, a salvar y a sanar.” -Religión de Verdad, justicia y Paz, Pág.117.
James Parker escribió: “[Yeshúa] vivió y murió como judío; y nuestro presente conocimiento del judaísmo farisaico nos capacita también para ver que en los fundamentos de su enseñanza, en su mensaje sobre la naturaleza del Todopoderoso y del hombre, sobre el Reino del Poderoso y sobre las relaciones del hombre con su prójimo y con su padre en el cielo, no hay nada que no surja de su trasfondo judío, o que no se encuentre entretejido en el judaísmo”. –Judaísmo y Cristianismo, Pág.41.
El Dr. Leo Baeck, uno de los más notables eruditos en el judaísmo moderno, nos ofrece este cuadro de Yeshúa de Nazaret:
“En el antiguo evangelio que se abre delante de nosotros, encontramos a un hombre de rasgos nobles que vivió en la tierra de los judíos en tiempos tensos y excitados y ayudó y laboró y sufrió y murió: un hombre proveniente del pueblo judío que caminó por senderos judíos con fe y esperanzas judías. Su espíritu se sentía en casa con las Sagradas Escrituras, y su imaginación y pensamiento estaban anclados allí; él proclamó y enseñó la Palabra del Todopoderoso porque el Todopoderoso se la había dado para oírla y predicarla. Nos enfrentamos a un hombre que ganó sus discípulos entre su pueblo: hombres que habían estado esperando al Mesías, el hijo de David, que había sido prometido;… En esta antigua tradición contemplamos a un hombre que es judío en cada cualidad y rasgo de su carácter, manifestando en todo aspecto lo que hay de bueno y puro en el judaísmo.
“Únicamente en el suelo del judaísmo se habría podido desarrollar este hombre como se desarrolló; únicamente en este suelo también, habría podido hallar discípulos y seguidores como los que halló. Aquí solamente, en esta esfera judía, en esta atmósfera judía de confianza y anhelo, podía este hombre vivir su vida y encontrar su muerte –un judío entre judíos. La historia judía y la reflexión judía no pueden pasarlo por alto ni ignorarlo. Desde que él vino a existir, no ha existido un tiempo sin él; ni ha habido un tiempo que no haya sido desafiado por la época que lo considera a él como su punto de partida.
“Cuando esta antigua tradición nos confronta de esta manera, entonces el Evangelio, que era originalmente algo judío, viene a ser un libro –y ciertamente no pequeño– dentro de la literatura judía. Esto no es porque, o no únicamente porque, contiene declaraciones que también aparecen en la misma forma o en forma semejante en las obras judías de aquel tiempo. Ni es tal –de hecho, es menos así– porque el hebreo o el arameo irrumpan una y otra vez a través de la formación de palabras y la formación de oraciones de la traducción griega. Es un libro judío más bien porque –completa y exclusivamente porque– el aire puro de él está lleno y el que se respira es el de las Sagradas Escrituras; porque un espíritu judío y ningún otro, vive en él; porque la fe judía y la esperanza judía, el sufrimiento judío y la angustia judía, el conocimiento judío y las expectaciones judías, y éstas solamente, resuenan a través de él –un libro judío entre los libros judíos. El judaísmo no debe pasarlo por alto, ni malentenderlo, ni debe querer deshacerse de todos sus reclamos a estas alturas. Ahora también, el judaísmo debería comprender y tomar nota de lo que es suyo”. –Judaísmo y Cristianismo, Págs. 100-102.
Siendo que los pensadores judíos están haciendo una reevaluación de Yeshúa, y lo están viendo cada vez más como un hijo modelo de Israel, ¿no deberían hacer lo mismo los gentiles? No basta con reconocer que el Gran Maestro era judío, es importante reconocer también que él no vino con el propósito de fundar una religión nueva y diferente de la fe israelita que se basa en las Sagradas Escrituras. Es tiempo ya de que todos hagamos a un lado de una vez las ideas preconcebidas y reevaluemos a Yeshúa como lo que fue: el más grande exponente de la fe de Israel, la fe hebrea, que jamás haya existido, y como tal, sigamos sus enseñanzas.